Escuchándolos juntos, no detectamos ninguna diferencia y esto es lo que ocurre. En el momento, ya has terminado de leer Mateo, Marcos y luego Lucas. Uno no recuerda qué leyó en qué evangelio. El lector piensa que todos los tres evangelios dicen exactamente lo mismo. Sin embargo, cuando los estudiamos juntos en profundidad, nos damos cuenta de que los evangelistas fueron capaces de utilizar la información para su provecho, para enseñar el punto preciso que querían predicar.
En el pasaje anterior, el intercambio abierto entre el hombre y Jesús ha sido alterado por Mateo. En Marcos, el hombre se dirige a Jesús como “maestro bueno”. Jesús le responde con un ligero reproche: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”. De nuevo, Mateo trata de cambiar el pasaje. Primero altera la pregunta inicial del hombre moviendo la palabra “bueno” del saludo y poniéndola como el objeto de la oración.