Al comienzo, cada evangelio circulaba de manera independiente en la comunidad en la que había sido escrito. Marcos probablemente fue compuesto en Roma, Mateo en Antioquía, Lucas en Cesárea y Juan en Éfeso. Ninguno de los escritores de los evangelios vio a Jesús en vida, y sabemos poco o nada de ellos.
Ahora que los evangelios han sido reunidos en la Biblia, pueden ser estudiados todos juntos. Sin embargo, la mayoría de los lectores actuales a menudo olvidan o ignoran lo que está en Marcos y se concentran sólo en la versión “mejorada” de Mateo, Lucas, y más específicamente, de Juan.
Cuando ponemos nuestra atención en Juan, el último evangelio escrito, no es de sorprender que notemos que allí Jesús es magnificado y transformado en alguien muy diferente a la persona que encontramos en Marcos. El Jesús de Juan es un ser poderoso, que ocupa alguna posición intermedia entre Dios y los hombres. Él es el logos, la Palabra de Dios a través de la cual Dios lo creó todo. Él ya no es sólo un Profeta y Mensajero de Dios, sino que es el Hijo unigénito de Dios.